folclor
Hay leyendas que se encuentran con facilidad, que aparecen sin buscar mucho, como La Llorona, El Silbón, Juan Hilario, entre otras. Sin embargo, hay algunas que toman un poco más de trabajo, como La Loca de Ejido, pero que no por ello no tienen un encanto particular al mejor estilo de las novelas góticas.
Hasta que la Muerte los Separe
Esta es una de las pocas leyendas que tienen una fecha clara: 26 de marzo de 1812, Jueves Santo de ese año, día en que un terremoto en Caracas se cobró más de una vida. Se dice que un joven perdió su vida en este suceso, y fue el punto de origen para un espectro cuya figura aún podría verse en la ciudad de Ejido, Mérida.
Según la leyenda, Lorenzo era un joven que heredó una gran fortuna luego de la muerte de su padre. Venía de una familia con mucho dinero, pero eso no fue obstáculo para que se enamorara de una joven humilde, Marta.
Ambas familias miraban con buenos ojos esa relación, y esperaban con ansias la boda de los dos enamorados. Sin embargo, en un viaje que tuvo que hacer Lorenzo a Mérida, tuvo lugar el fatídico terremoto. Marta tuvo que quedarse en Ejido para cuidar de su madre enferma, mientras que su amado se fue con su respectiva madre.
Al escuchar las noticias, Marta fue aterrada hasta la ciudad capital. Los muertos eran incontables, las lágrimas bañaban el suelo, los gritos se alzaban al cielo, y con el paso del tiempo su desesperación aumentaba.
Muchas veces se habían dicho que no se abandonarían. Tanto para ella como para Lorenzo era impensable vivir sin el otro, y constantemente se prometían volver a verse pronto cuando debían separarse. Marta mantenía la esperanza de que esta fuese otra de esas veces, pero el destino sería otro.
La muerte los había separado antes de tiempo, puesto que Lorenzo yacía sin vida en brazos de su madre entre los escombros. Según se dicen, desde ese momento Marta perdió la razón. No lloró, no gritó, ni se derrumbó, sino que empezó a caminar sin dirección y sin prestar atención a quienes la llamaban. Algunos cuentan que su espíritu aún deambula por aquella traumática visión.
El Infierno del Sanador
Es fácil ver que se trata de una historia de amor co-dependiente en donde ambos integrantes no valen nada sin el otro. Sin embargo, también habla sobre la más aplastante clase de depresión que puede experimentar una persona.
¿Es posible morir por un corazón roto, por depresión? No hace mucho escuché sobre un caso en donde un hombre mayor falleció por depresión luego de tantas muertes a raíz del covid, entre ellas la de un buen amigo, el abuelo paterno de mi prima. También sé del caso de una madre “muerta en vida” luego del asesinato de su hijo.
El corazón parece ser el órgano más fuerte del cuerpo, capaz de recuperarse muchas veces, pero también el más frágil, obliterado cuando recibe ciertos golpes. No hace mucho, yo también estaba recuperándome de varios golpes, uno más duro que el anterior, y las secuelas duraron años.
Mi práctica como brujo empezó a centrarse en la sanación porque era justamente eso lo que necesitaba, era lo que más me desesperaba, ese vacío en el pecho que me comía desde adentro sin previo aviso. Sin saber qué hacer con mi propio dolor, me volví el mejor de los consejeros para mis amigos, familiares, aprendí a ponerme en el lugar de los demás, y usar mi energía para pedir por su bienestar.
Hace algunas noches, un buen amigo me dijo que se dio cuenta de que tiene “un poder de sanación muy bonito, lo estoy desarrollando y me hace dar mucha paz”, a lo que le respondí que “los más destruidos siempre seremos los mejores sanadores. Somos los que mejor conocen lo que es estar hundidos”. Esa frase ha permanecido conmigo, y creo que seguirá presente por mucho tiempo.
Hoy en día me siento mucho mejor al respecto de muchas cosas, aunque algunos aspectos de mi vida aún necesitan atención. El trabajo no termina con cerrar algunas heridas, curar algunos golpes. Un sanador no siempre es un ser de luz, sino un exorcista, un guerrero, y hasta un asesino que no tiene miedo de ir a su propio infierno para volver victorioso.
Un sanador conoce el infierno de primera mano, y es de allí de donde viene su poder. Contrario a la Loca de Ejido, el sanador sabe usar su dolor, aprender de él, y crecer como un agente de cambio. Es justo eso lo que nos hace tan peligrosos: sabemos encontrar la herida y cerrarla para levantarnos y levantar a los nuestros.
Algunos me miran raro cuando digo que practico brujería, que mi principal interés es sanar, ayudar a otros, y ayudarme a mí, pero eso es lo de menos. Conozco mis espectros, mis demonios, y aunque no los he domado a todos, sí hay varios que inclinan la cabeza ante mí.
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