Aviso editorial: La leyenda de El Silbón contiene algunos detalles violentos.
La leyenda del Silbón es una de las más sonadas en América Latina, una tragedia familiar cuya realidad se ha perdido en el tiempo. La historia que rodea a este espectro cambia un poco dependiendo del país en que preguntes, pero sin importar cuál sea, le causa pesadillas a cualquier niño. Fue mi caso cuando la leí en los libros de Educación Primaria.
Aunque siempre he sentido mucho interés por los mitos, las leyendas, y fábulas de muchas culturas, la Griega más que cualquier otra, pocas leyendas me han causado tal impresión como la del Silbón. Creo que concordarán conmigo cuando la conozcan.
Se cuenta que en los Llanos Venezolanos, vivió una vez un muchacho joven que trabajaba todos los días para ayudar a su familia. Vivía con sus padres y su abuelo paterno, quienes eran estrictos con él pues deseaban que fuera un hombre noble. Un día, mientras regresaba del trabajo, su padre, un hombre violento, acusaba a su mujer de infiel. La discusión se salió de las manos de ambos adultos y terminó con la muerte de la madre. Enfurecido, el joven destripó a su padre en venganza, pero la tragedia mayor estaba a punto de suceder.
Cuando su abuelo paterno supo todo lo que pasó, mandó a atar al joven a un poste en medio del campo y le dio latigazos hasta destrozarle la espalda. Luego de lavar sus heridas con aguardiente, lo liberó y soltó a dos perros hambrientos y rabiosos para que lo persiguieran. Mientras el joven se alejaba, el abuelo lo maldijo, condenándolo a cargar los huesos de su padre eternamente.
Desde entonces, El Silbón se pasea por los Llanos, llevando los huesos de su padre en un saco que lleva en la espalda. Dicen que su silbido tan característico anuncia su presencia: Cuando se escucha cerca, el Silbón está lejos, pero si se escucha lejano, entonces el espectro está cerca.
Hay varias versiones sobre El Silbón y su efecto en las personas. Algunos dicen que se le aparece a los malos hombres, a quienes asesina sin piedad con un machete, y otros que viene a anunciar una muerte en la familia cuando llega a una casa, en la que empieza a contar los huesos de su padre durante la noche. Todo estará bien si nadie lo escucha, pero si alguien lo hace, esa persona amanecerá muerta a la mañana siguiente.
Pocas cosas lo repela, pero las protecciones más populares son el ladrido de un perro, un látigo, y un Padre Nuestro, el cual se dice espanta al espectro en el acto. Releyendo la leyenda, se podría pensar que el alcohol pudiese actuar como defensa, en especial el aguardiente.
Esta suerte de banshee masculino latino ha atraído la atención de muchos y se usa como advertencia a los hombres irresponsables y mujeriegos, pero creo que pocas veces se ha examinado la enseñanza que queda tras su lectura. Esta es especialmente importante teniendo en cuenta la época en la que estamos: Samhain, la mitad oscura del año.
Durante esta festividad en donde recordamos tanto a nuestros ancestros, tanto los de sangre como los que no, ¿estamos conscientes de que ellos también cometieron errores cuando vivieron? Casi siempre idealizamos al difunto, buscando tener un buen recuerdo en vez de uno real. Nadie quiere hablar mal de quienes ya no están, pero por respeto a nosotros mismos y a ellos, lo mejor es siempre reconocerles como los seres humanos que eran: con cualidades y defectos.
La leyenda del Silbón siempre me hace pensar en que nuestros ancestros cometieron errores, pero que muchas veces no nos corresponde a nosotros remediarlos. En todo caso, si nos toca hacerlo, debemos sanar y bendecir, no actuar movidos por la violencia y la venganza.
¿Cuántas veces nos hemos detenido a pensar en que, a pesar de sus errores, nuestros ancestros desean vernos bien y bendecidos? Y me refiero a realmente ser conscientes de que su amor por nosotros es inmenso. La muerte no cambia a los mortales sino que los libera de la visión limitada de ser humanos.
Tiempo atrás, pocos días después de perder a mi padre tras un cáncer devastador, mi madre soñó con él. Mi padre me pedía perdón y lamentaba todos los errores que había cometido mientras estuvo vivo, y le dijo que creía en mí más de lo que yo creía en mí mismo en ese momento, que tenía fe en mí y que estaba orgulloso de que fuera su hijo. Cuando escuché eso, muchas heridas se cerraron, una tras otra, porque pensé lo contrario por varios años.
Mi padre tuvo sus defectos, cometió errores y algunos muy, muy graves, pero lo recuerdo y lo honro por el ser humano que fue, por sus aciertos, y pidiéndole que me guíe lo suficiente para evitar equivocarme como lo hizo él en su momento. Lo mismo hago con todos mis ancestros, sean de sangre o no, y así debería ser desde el momento de la despedida.
Ser brujo me ha hecho ver que la bendición de tus ancestros es sagrada, que tu linaje es tu más grande regalo. ¿Dónde estarías hoy de no ser por ellos? Nos guste o no, les debemos la vida. El caminar, respirar, poder ver, estar aquí en este preciso instante es gracias a ellos. Recordemos siempre honrarlos, contar sus historias y aprender de los errores de nuestros ancestros.
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