Cuando uno piensa en seres feéricos, hadas, duendes y criaturas similares, es fácil relacionarlos con los mitos celtas, o imaginar el aspecto que se les ha dado desde la época victoriana, durante la Inglaterra a finales del siglo XIX. Siempre los imaginamos como entidades traviesas, a veces crueles, que realmente no se interesan en trabajar con los humanos, pero hay unas criaturas subterráneas muy similares en el estado Trujillo, aquí en Venezuela. Se cuenta que los Momoyes vivían en la superficie cuando no existían las montañas y que con la aparición de estas decidieron vivir bajo tierra, pero no por ello se desligaron del mundo que fue su hogar.
Según las leyendas, los momoyes son criaturas similares a los duendes que habitan la zona andina desde tiempos precolombinos, especialmente en el Municipio Boconó, principalmente en lagos y ríos. También se los conoce como mamóes, mumúes o espíritus del agua. Normalmente se los describe como hombrecillos de 40 cm de altura (no hay muchas referencias a mujeres) con largas barbas, sombreros de paja, y vestimentas indígenas, junto con adornos hechos de plumas, hojas, flores, y un bastón para caminar.
En cuanto a carácter, mucho afirman que son traviesos y amigables, pero cuidan muchísimo el medio ambiente y toman represalias contra quienes dejan desperdicios, contaminan, destruyen la naturaleza a su paso o toman algo sin pedirles permiso. Hay historias de un momoy que le lanzó de regreso una lata a su dueño cuando este la dejó en una laguna, otro habita en el Páramo de la Culata, del estado Mérida, que golpea a los campistas, especialmente si no respetan la naturaleza, e incluso se dice que uno provocó fuertes lluvias en abril y mayo de 2011 cuando lo capturaron hasta que fue liberado, aunque muchos afirman que es imposible capturar a una de estas criaturas.
Son medianamente similares a los seres feéricos del folklore celta, pues les gusta esconder cosas y jugar bromas a los viajeros, disfrutan de silbar, cantar y bailar, y les gusta llevarse a las mujeres de cabello negro. Se sabe que hay algunos “médicos”, brujos que han ganado su favor y alianza, que son los únicos capaces de deshacer sus hechizos cuando embrujan o castigan a alguien. También son orgullosos, pues desaparecen si los humano ignoran sus señales, incapaces de soportar que no les presten atención.
Siendo honesto, no tenía ni idea de estos amigos de los hombres. Parecen ser poderosos aliados de los brujos Paganos, pero también llevan consigo una importante lección sobre la dualidad de la naturaleza, especialmente del agua, elemento al que están tan relacionado. Quizás incluso podemos decir que ellos son los elementales del agua en el contexto venezolano, algo a tener en cuenta cuando trace el círculo este solsticio de verano.
Es fácil imaginar a los guardianes de la naturaleza como seres benevolentes, amigables y generosos, deseosos de trabajar con los humanos, quizá porque no nos creemos lo suficientemente capaces de afrontar las consecuencias de nuestros actos, o quizá es simple pereza, creyendo que no es nuestra responsabilidad. No obstante, los momoyes nos demuestran que estaríamos equivocados en ambos casos.
Aunque amigables, estos guardianes no dudan en defender su territorio, defender lo que es suyo por derecho y exigir que se respete su soberanía. Los Andes son su tierra y ellos son los primeros en defenderla, en enseñarles a los humanos que no son solo hombrecitos con caras tiernas. Igual como el agua, los momoyes son volátiles y pueden cambiar en un segundo dependiendo de nuestros actos.
Muchas veces nos hemos dejado invadir, alterar, violentar y manipular por los demás, volviéndonos un objeto, una cosa, dispuestos a cumplir los caprichos de los demás. Es fácil agachar la cabeza y asentir, darles la razón, cuando muchas veces lo que hace falta que provocar una tormenta para que se haga justicia. Muchos han sacudido el mundo, pero por primera vez en mucho tiempo hay una causa justa de por medio.
En medio del racismo, la homofobia, la discriminación y el odio en todas sus formas, muchos se han levantado. Podemos decir que han surgido los momoyes del planeta, que su espíritu se está haciendo sentir, y cual marea brava hacen escuchar su deseo: justicia. Soy un fiel creyente de que el agua es el elemento sanador por excelencia. Todo lo nutre, todo lo cura, todo lo limpia, pero el océano no siempre es tranquilo, no siempre es pacífico. A veces hace falta un maremoto que acabe con las malas hierbas, y creo que estamos siendo testigo de ello.
Estuve en Trujillo y Mérida años atrás, y siempre he sentido un ambiente de paz y tranquilidad. De haber conocido la leyenda antes, hubiese interactuado con estos guardianes, pero sé que ese aire místico que se respira en todo el territorio andino es obra de ellos. Aunque feroces cuando deben serlo, y si estoy en lo correcto, los momoyes son tranquilos y desean que los mortales nos enamoremos de la naturaleza tanto como ellos, y no solo de la naturaleza externa, sino de la nuestra, nuestra naturaleza interna.
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